Los tiempos han cambiado, las personas y las circunstancias también, por ende, la educación no puede quedarse estática, la manera de enseñar debe evolucionar conforme a las generaciones.
En estos tiempos por encima de la importancia de la información, esta conocer la manera de obtenerla a la mayor brevedad posible y con altos grados de confiabilidad, saber cuándo es correcta y cuando no, consultar y validar las fuentes.
Nuestra misión como educadores está en desarrollar en el alumno la capacidad del pensamiento crítico, analítico y reflexivo, por consiguiente, no podemos quedarnos en la época de la tradicional copia y pega, donde el profesor solo se preocupaba por desarrollar la memorización del estudiante, mucho menos podemos quedarnos en el simple cuestionario de preguntas cerradas.
Antes, la función del profesor se limitaba a transmitir conocimientos, y esto debe seguir siendo uno de los objetivos a la hora de enseñar, pero desde mi punto de vista la más importante tarea debe ser crear y fomentar en el estudiante la inspiración y la motivación, es llevarlo a querer aprender.
Es el tiempo de que los educadores despertemos y tomemos en cuenta en nuestra planificación, las diferentes inteligencias múltiples. En nuestro accionar educativo deben estar presenta las actividades manipulativas e inspiradoras para los alumnos. Es nuestro deber como profesor mantener un aula motivada, a través de actividades lúdicas, científicamente preparadas para nuestros alumnos.
Cuando enseñemos de corazón, con pasión y entrega conseguiremos la mayor satisfacción que es haber aportado un granito de arena en la vida de otra persona. Entendamos que somos guías para ayudar a cada alumno a superarse a sí mismo, empecemos a trabajar las debilidades y a potencializar las fortalezas, hay que educar desde la ciencia, pero con el corazón.
Es necesario educar usando las nuevas herramientas tecnológicas, pero manteniendo los ideales de paz, justicia, amor y libertad. Existen muchos aprendizajes necesarios, pero sobre todo necesitamos aprender a conocer, aprender a convivir, aprender a hacer y aprender a ser.
Educar en tiempos modernos implica pasión, emoción y entrega, amerita desarrollar las capacidades innatas de los alumnos, cambiar los paradigmas, desarrollar altos niveles de conexión con nuestros estudiantes, en fin, prepararlos para la vida.
Nada de lo que aquí escribo es nuevo, ya lo habían esbozado educadores como María Montessori, Rudolf Steiner, Ovide Decroly, incluso lo dijo, Plutarco (46 0 50 a.c): “Educar a los hombres no es llenar un vaso, es como encender un fuego”. Es hora de ponerlo en práctica.
«Aprender es más complejo que llenar cuadernos y pizarras, incluso que aprobar exámenes, enseñar es emanar inspiración para que el alumno brille con luz propia».